Ha sido curioso como hoy, una de las tantas familias que ahora en verano se animan a visitar las cuevas, se han quedado sorprendidos ante el fresquito que te golpea suavemente la cara nada mas entrar.

Me ha encantado ver sus caras de sorpresa, puesto que era "su primera vez" en una cueva, y realmente no sabían la sensación que se tenia. Y en ese momento he pensado que me encantaría tener una Polaroid para poder hacer la típica foto sorpresa justo cuando entren y después darsela.

Algunas personas se quedan perplejas mirando la altitud de algunos techos abovedados, o con cara de asombro mientras pasan la mano por la pared de arcilla, rugosa.

Otras muchas, sobre todo nuestros visitantes extranjeros, no dudan en echarse fotos ante las fachadas imponentes y las típicas chimeneas. Y escuchan atentamente mientras les enseñas una cueva, la historia que tengas que explicarle. Incluso a veces no entienden que se pueda dormir tan bien allí dentro.

Y es que, no es por barrer para mi puerta, como se suele decir, pero no es el primer ni el último comentario que tenemos en los libros de visitas, haciendo alusión a las enormes siestas que se dan las tardes de verano, lo bien que se está en invierno, con la chimenea, o lo tranquilos que han dormido ese fin de semana, sin pasar calor, y sin escuchar roncar al vecino del segundo, dicho sea de paso :)

Y hablando de invierno.... hoy he estado echando un vistazo a las fotos de nuestro amigo Khortes Magan, y sus fotos de las nevadas accitanas, y de repente me ha entrado una extraña añoranza por el invierno, la chimenea, venir de la calle helada de frio y que se me empañen las gafas al entrar en la cueva... y salir las tardes de domingo cuando el viento es caprichoso en darle formas a las nubes, colocarle el polarizador a la cámara (si, soy una friki de la fotografía) y dejar que éste juegue con los colores del atardecer de alguna manera.

Será que ya me he cansado de tanto verano, olas de calor, atascos y dormir en mi piso de Granada capital con la ventana abierta a más no poder, y escuchar, repito, al del segundo roncar....

Será....

Mientras tanto, me conformo con estirarme de vez en cuando en el césped de la piscina, con las cuevas observandome, y hacerme de un buen libro para pasar las horas, mientras escucho mil pajaros, y me tuesto al sol.

Un saludo enorme.

Irina

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